Ésa es mi estimación del número de parados en España a fines de enero de 2010. Veamos.
El paro registrado en los servicios públicos de empleo ascendió en enero a 124.890 personas más, con un total acumulado superior a cuatro millones. Pero el número de cotizantes descendió en 257.828, lo que revela – por simple diferencia – que 132.938 personas perdieron sus puestos de trabajo pero no se apuntaron en las oficinas de colocación.
¿A qué se debe este comportamiento? Primero, a que esas personas no tienen necesidad de hacerlo porque no disfrutan del derecho a percibir prestación alguna; se trata, por tanto, de personas abocadas a un empeoramiento brusco de su nivel de vida. Y, segundo, a que no tienen esperanzas de que los servicios públicos les proporcionen empleo; esto determina que la estimación del paro registrado subestime el desempleo real. De ahí que se otorgue más fiabilidad a la cifra de paro estimado por la Encuesta de Población Activa (EPA).
Ahora bien, la EPA del cuarto trimestre de 2009 estimaba un paro de 4.326.500 personas. Si a esa cifra se suma la pérdida neta de puestos de trabajo en enero, se tendrá un total de 4.594.328.
Si febrero resulta tan malo como enero y marzo es sólo un poco mejor, al término del primer trimestre de 2010 el paro habrá superado la fatídica cifra de cinco millones. Ojalá que no.
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