lunes, 25 de enero de 2010

Deflación

Una cosa es que todos nos alegremos de que la economía española dé muestras de no haber entrado en una espiral deflacionista, lo que se sabe por el registro del IPC en los últimos meses, y otra muy distinta que haya que asistir impasibles al triunfalismo desplegado desde la secretaría de Estado de Economía, para quien el dato de diciembre demuestra que la marcha de los precios durante el último año y medio no constituye un episodio de deflación. Si se tiene en cuenta que los precios se han comportado como lo han hecho sobre todo porque los precios del petróleo subieron en diciembre, hay pocas razones para el optimismo. Pues el encarecimiento de la energía no dejará de estrujar el bolsillo de los españoles e intensificará las tensiones sobre la demanda agregada, ya muy debilitada por la mayor tendencia al ahorro de hogares y empresas. Con la misma facilidad que la administración predijo que la subida de precios a final de año sería positiva (sin más que mirar el ínfimo registro de diciembre de 2008), ahora se puede predecir que en primavera de este año la inflación interanual será negativa. En otras palabras, la tendencia subyacente continúa siendo deflacionista.

Las dificultades se acumulan. El Banco Central Europeo, que no conoce más riesgo estructural que la inflación descontrolada, ya ha anunciado que no renovará la concesión de liquidez extraordinaria con que tuvo que transigir en el otoño de 2008. “¡Qué caída más tonta!”, parece querer decir al cerrar el paréntesis. Sorprende que no forme parte de las prioridades de la Presidencia española de la UE el introducir un cambio decidido de esta orientación. Pues no otros que los bancos españoles (y la banca europea, en general) se han hecho cargo de la deuda pública que financia el déficit de las administraciones públicas de nuestro país, considerablemente acrecentado durante la crisis. Para los bancos es lucrativo obtener dinero del BCE al uno por ciento para comprar deuda soberana de España. Pero, cuando el BCE cierre el grifo, ¿qué creen ustedes que pasará? Con harto dolor de su corazón, los bancos venderán la deuda en los mercados internacionales, el precio de la deuda bajará, y la confianza en el crédito español se resentirá. Parece que el gobierno confía en estar allí para parar el golpe, recomprando su propia deuda con los mayores ingresos de la subida del IVA, que nos tiene prometida para mediados de año. Puede que salga bien, puede que no. Pero ¡hay que ver lo que dan de sí las especulaciones sobre diez puntos porcentuales más en la tasa de ahorro! Nos está bien empleado: nosotros ahorrando más y el dinero llevándoselo los jeques del petróleo y el gobierno, para salvar sus trampas. Lo que tendríamos que hacer es gastar más, vivir como cigarras y no como hormigas, y volver a confiar en quienes nos dicen que todo esto no es más que una pasajera crisis de confianza.

Ciertamente, no todo son malas noticias. Dado el déficit exterior de la economía española, uno habría esperado una recesión más profunda y prolongada. Con un saldo negativo por cuenta corriente superior a 100.000 millones de euros en cada uno de los ejercicios de 2007 y 2008, más uno adicional que no se puede estimar provisionalmente en menos de otros 60.000 millones, se podría haber esperado una restricción monetaria mucho más aguda, con sus inevitables secuelas sobre la liquidez del sistema bancario. Eso no ha ocurrido, sin embargo. Quienesquiera que sean los no residentes a cuyas manos está pasando continuamente, desde residentes, la titularidad de los saldos bancarios que financian nuestro exceso importador, no están sacando el dinero del país, pese a que nada les impide hacerlo. Sean quienes fueren, esos no residentes están sosteniendo las finanzas (y, de rechazo, la economía real) de este país: su actuación es la que verdaderamente está impidiendo que la deflación subyacente se convierta en declarada y a tumba abierta. Sin duda, tienen buenas razones para proceder de esa manera, pero que eso sea así no es motivo para lanzar las campanas al vuelo.

¿Y quiénes son esos misteriosos no residentes? Se necesitaría levantar el secreto bancario para formarse una idea más precisa. Y ni siquiera así, toda vez que el juego de sociedades interpuestas podría distorsionar la imagen. Se puede conjeturar, no obstante, que los bancos europeos y, en general, del mundo desarrollado, se han vuelto mucho más cautelosos en la relocalización internacional de sus saldos de efectivo, para no dar lugar a catástrofes locales con potenciales repercusiones globales; en este sentido, la fortaleza del sistema bancario español puede estar ayudando a presentar a nuestros bancos como una localización refugio. Perfecto; la conjetura parece indicar que el Banco de España está haciendo sus deberes. Pero atención: se trata de posiciones a corto plazo. Todo sugiere que la coyuntura española está “cogida con alfileres”, como vulgarmente se dice.

Más valdría afrontar, de una vez por todas, una acción decidida para que el BCE adopte la política monetaria acomodante que corresponde a una situación estructuralmente deflacionista. Y reformar el Tratado de Maastricht, si llegara a ser necesario para facultar al BCE a desarrollar esa política sin complejos.

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